A lo largo de cada párrafo se vislumbra lo esencial: la puesta en marcha de la visibilización del AT, esta vez amparado en la figura de poder que implica una Ley Formal. Es cierto que aún falta mucho camino por recorrer, pero al menos ya hay una mirada. Permiso de la Ley. Aún resta un paso más, la Ley del Acompañante Terapéutico, que erige a la profesión en algo más que un simple acompañante.
Algo que le otorga la categoría de trabajador reconocido en la salud, ese que pasa de la cama del paciente a la externación, acompañando a niños, adultos, ancianos a otro lugar, ese lugar de todos los días, de la escuela, del patio de la casa, del club, de la cocina, del verano, del invierno, de la vida misma, muy puertas afuera de los recintos manicomiales, un lugar donde lo humano, se mezcla en el devenir más corriente.
Allí lo vemos, allí emerge… el acompañamiento terapéutico, ya nombrado por el orden jurídico, aún inacabadamente, pero emprendiendo el camino menos sinuoso para llegar al otro del desvalidamiento.