El mundo actual se reorganiza en dos categorías, lo “real” y lo “virtual”, lo que sin duda impacta directamente en nuestros vínculos. La búsqueda del éxito y la popularidad, la necesidad de ser visto y “likeado” conducen a una sobreexposición de la vida pública y privada. Los riesgos son muchos y variados, ya que estas nuevas maneras de vincularnos van mutando y se actualizan a diario. Lo mismo ocurre con el maltrato: en la categoría de lo “real”, las agresiones se producen cara a cara, en cambio en el “ciberespacio”, las relaciones se enredan y se confunden dando lugar al ciberbullying. Pero está claro que en este contexto el maltrato tiene un efecto real y prolongado, ya que puede viralizarse al infinito.