Al intervenir sobre la cuestión social, el Estado instaló a la infancia en el espacio público, construyendo a la familia como el escenario natural de socialización primaria y a la escuela como el escenario apropiado para la socialización secundaria. Como contraparte necesaria, un conjunto de saberes y técnicas convalidó, diagnosticó y reparó los desvíos originados en sus versiones antinaturales.
Estos dispositivos técnico-políticos han servido como claves de lectura de la infancia por parte de los adultos y, por tanto, como prácticas de subjetivación. Una parte de ellos, específicos para el subconjunto denominado menores, son analizados en este libro. Al hacerlo se explora su vinculación con el resto de las instituciones para la infancia, permitiendo que emerja la hipótesis de un campo que se constituye mediante la instauración del eje familia-escuela sostenido por un reverso siempre presente en los institutos y las políticas para el resto poblacional que es creado en esos mismos centros.