El mundo líquido no es solo un asunto de palabras, por eso han cambiado los discursos, los pacientes y también los propios ropajes de la patología, sus presentaciones y sus núcleos conflictivos principales.
Pretender, como postura clínica, seguir aferrándose dentro de la teoría solamente a la narrativa del Edipo o a la de Narciso sin buscar sostener, sin hacer énfasis en la conexión con el otro, trae como consecuencia inevitable enviar al paciente de vuelta a la conexión tecnológica como única forma de sostén posible.
Porque la cultura es tecnología y la tecnología, cultura. Esta, a través del hipertexto, la conexión, los videojuegos y la simulación como herramientas nos puede permitir repensar la praxis psicoanalítica, al tiempo que analizamos el nuevo mundo líquido y su impacto en los cuerpos y las psiquis de los individuos interconectados.
De hecho, si la conexión tecnológica ha ganado tanto terreno, es gracias a la desconexión familiar y vincular a la que estamos asistiendo. La presencia del psicoanalista, la conexión y el desarrollo del self son elementos claves, a nuestro juicio, para el psicoanálisis de este siglo XXI.