¿Cómo pensar una civilización sin dios? Tal era la consigna que resonaba en nuestro argumento hasta que la peste llegó a la puerta de nuestros hogares. Todo se acomodó con velocidad y el furor por las pantallas también contagió al psicoanálisis. Particularmente, hablábamos en aquel argumento de la “consistencia provista por los dispositivos publicitarios” superando las posibilidades de lo simbólico, y así vimos amanecer un nuevo lenguaje. La crítica al monoideísmo –que destilaba nuestra formulación–, lejos de diluirse en la situación excepcional de la pandemia, se acentuó. Lo pan disipó, en gran medida, las posibilidades de lo singular y nuestra propuesta no sólo se tornó necesaria sino urgente.