Vanesa Guerra nos ofrece un punto de vista para abordar una lectura personal de la vida y la obra de Robert Walser. A través de esta lente, la obra del escritor suizo se descompone e irradia luego una genealogía literaria de los márgenes que, desde Kafka a Elfriede Jelinek y desde Macedonio Fernández a Borges, recorre un siglo y llega hasta aquí y ahora. “Su prosa se expande sin solución de continuidad, a la vez que implosiona; la obra de Walser está colmada de ombligos, al tiempo que fuga hacia el infinito. Los personajes pertenecen a otro mundo, refieren al limbo, responden a otras reglas, son felices, más que felices, viven bajo el desamparo de un Dios que no se ha dejado conocer, entonces, aman y en esa forma de experimentar el amor se transforman en el mismo objeto que aman. Quizá por eso Walter Benjamin escribió: son personajes que pasaron por la demencia y por eso siguen siendo de una superficialidad desgarradora, inhumana, imperturbable… nos regocijan e inquietan porque están todos curados.”